viernes, 17 de septiembre de 2010

Bright Star

Con mucho retraso, ha llegado a las pantallas de nuestro país Brigth Star (de la que ya hemos hablado aquí en dos ocasiones – aquí y aquí-, una película de Jane Campion centrada en un episodio de la vida de John Keats: su breve relación amorosa con Fanny Brawne.

La película es, sencillamente, bellísima. Huyendo del insidioso “biopic”, la historia de amor que se nos cuenta está impregnada, como no, de poesía: no solo de la poesía de Keats, que emerge junto al poeta como un personaje (protagonista) más, sino también de la lírica del color, del movimiento, de los gestos o las distancias. Todo se sucede como en un gran poema visual.



El breve idilio está narrado, en todo momento, desde el punto de vista de Fanny Brawne. Distanciándose un poco del poeta y su genio, Campion (y una estupenda Abbie Cornish) construyen un personaje sumamente atractivo, semejante tal vez a las heroínas de Jane Austen ( o quizás, por su complejidad, a las de George Elliot) Fanny Brawne es una chica inteligente, con sus propios gustos y opiniones; una chica, por otra parte, de carácter más bien pragmático, lo que no la hace menos interesante: cose y diseña su propia ropa, le gusta bailar ( y seguro lo hace bien), etc. No se parece en nada a Keats, ni comparten puntos de vista, ni maneras, lo que queda reflejado en las constantes discusiones entre ella y el amigo de Keats, Mr. Brown. La sublimidad de la poesía, enfrentada al pragmatismo de lo material.



Así pues, la relación no empieza demasiado bien: a Fanny no parece interesarle mucho la poesía – aunque sí un poco el poeta-, el amigo impertinente siempre anda por medio y la situación de ambos ( él es demasiado pobre para poder casarse) hacen poco deseable cualquier tipo de acercamiento. Será cuando Fanny descubra que cómo el joven Keats cuida tiernamente de su hermano enfermo cuando se sentirá conmovida y decidirá –ella es la parte activa, quien se decide a amar - tomar lecciones de poesía, leerse "Endymion", a Milton, o lo que haga falta, para acercarse al poeta. A partir de este momento, el amor irá por ambas partes en crescendo, de manera directamente proporcional a las dificultades con las que se enfrenta la pareja. Porque no solo los separa la pobreza, sino también la propia creación poética, tan necesaria para Keats y sobretodo, la enfermedad.



Porque la sombra de la muerte planea sobre ellos constantemente: subyace en el paisaje, en la calma invernal, en la breve vida de las mariposas. Los dos lo saben, y es por eso que su amor ( y el film) es contenido, susurrante, íntimo -pero no por ello menos intenso- . Todo discurre lentamente, como si quisieran hacerlo durar, paladearlo. No desvelo ningún secreto de la trama si digo que él muere (de tuberculosis, a los 25 años), que no se casan, que no son felices para siempre. O ahí me equivoco, y sí lo son: en un amor constante, como el brillo de la estrella del poema.

4 comentarios:

Samedimanche dijo...

Yo la disfruté muchísimo. Ahora voy a llenar mi terraza con macetas de brezo y a sacarles el polvo a los libros de Keats...

MARIKO dijo...

Lo de los libros de Keats lo hice nada más verla... me falta lo del brezo :)

Un saludo!

Luciana dijo...

Es una joya, una película que llega al corazón por su lírica, sus imágenes y sus actuaciones.
La miré sin grandes expectativas y me pareció bellísima.
Saludos.

Pilar dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo. La película es un placer para los sentidos. Es increíble la belleza de algunas escenas y la sensibilidad con la que está contada la historia. Lleva la huella de Jane Campion.