Nadie
podría afirmar, hoy en día, las bondades de vivir en la Inglaterra de 1840;
quien más y quien menos conoce las penurias de Oliver Twist, la miseria que
albergaba una ciudad como Londres, o las duras condiciones de los trabajadores
de esa nueva era industrial.
Y
sin embargo ¿por qué nos atrae la época victoriana? Es cierto que 1840 es una
década de optimismo y esperanza, con una jovencísima reina en el trono, una
época de descubrimientos y de viajes; nos gusta también la estética, por
supuesto, y la moda. Pero sobre todo, nos gustan sus personajes.
Es
un tiempo de grandes historias, de la pasión por la lectura: de Dickens, porque
qué duda cabe que vemos el siglo XIX principalmente a través de sus ojos, pero
también de Wilkie Collins, pionero de las novelas de detectives, Elizabeth
Gaskell, George Elliot, las hermanas Brontë – muchas mujeres destacan –
Thackeray, Anthony Trollope o, ya en las postrimerías, Conan Doyle.
Las
obras estos autores han llegado a nuestros días y han sido traducidas a todos
los idiomas españoles, pero había muchos otros, de desigual calidad, que
también gozaron de gran éxito. La lectura se vuelve un pasatiempo popular y
llega todas las capas sociales; esto sucede, en parte, gracias a la aparición
de la novela por entregas.
Charles
Dickens y Wilkie Collins, tal vez los más famosos, publican sus novelas por
fascículos (que el público espera con impaciencia, igual que hoy en día
esperamos la emisión del episodio de nuestra serie preferida de TV), pero
existían otras publicaciones, destinadas al público joven y mucho más baratas,
que también gozaron de gran éxito. Son los llamados “Penny Dreadful”, con
historias de corte dramático y sensacionalista, de misterio o de terror gótico,
que costaban precisamente eso, un “penny”. No muchos han han sido traducidos,
pero seguro que a más de uno de nuestros lectores le suenan nombres como Dick
Turpin o Sweeney Todd, o ha oído hablar del Varney el Vampiro o Spring Healed
Jack.
No
cabe duda que la gran literatura del XIX británico ejerce una poderosa
influencia, y uno no puede leer La piedra
luna, o David Coperfield, sin que
le dejen un importante poso. Pero nuestro tebeo, “1840” probablemente está
mucho más cerca de esas “historias terribles de un penique”: hay misterio, y
crimen, y magia; intriga, aventura y personajes singulares, y por supuesto, descriptivas
ilustraciones. Ni antes, ni ahora, los “Penny Dreadfull” han sido considerados
obras de calidad, sino una especie de literatura de consumo; más o menos como
el cómic hace algunos años: aventuras sin pretensiones, con grandes dosis de
entretenimiento, y destinadas al público joven de cualquier extracción social.
1 comentario:
Muy cierto! Hay un encanto en la epoca victoriana, que nos atrae a todos
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